Mucho nos habían hablado de Tortel, no obstante no nos podíamos imaginar ciertamente cómo era. Así que decidimos ir.

Tortel está situado al sur de la carretera austral de Chile. Es la última parada antes de llegar a Villa O,Higgins (unos 200 km más al sur), punto final para la hermosa carretera.
Pensábamos que iba a ser relativamente fácil llegar y no lo fue para nada.
Llegamos a Cochrane, punto estratégico de esta zona para llegar a todos lados, el frío y la lluvia nos daban la bienvenida.
Después de un total de 10 horas haciendo dedo y ya habiendo perdido toda la esperanza. Una familia paró y nos llevó tranquilamente a Tortel. En el camino le pedimos a Dios que dejara de llover, y muy cachondo Dios, nos cambió la lluvia por nieve. ¡Por nieve y frío polar!
Por fin llegamos a Tortel. Rápidamente nos olvidamos del frío, la lluvia, el cansancio… ¡Qué pueblo más singular!
En un brazo de fiordo sobre frondosos acantilados de montaña se hayan casas de madera que se conectan entre sí por pasarelas, también de madera.
No existen calles.
Los coches se quedan en la entrada, en la parte alta, y el resto son millones de escalones que bajan y suben y se conectan a dos pasarelas principales (una bordeando el mar, la otra a media montaña). Todo rodeado de una verde y abundante vegetación autóctona. Debido a la humedad y constante lluvia, todas las resbaladísimas pasarelas están acompañadas de pasamanos. Hay que olvidarse de los bancos y los cajeros, también de los supermercados (hay un almacén). No faltarán cabañas ni restaurantes para turistas, aunque los precios no sean de lo mas competitivos.
Este pueblo es realmente diferente a todos los que habíamos visto.
Parece más un bosque con infraestructura que un asentamiento humano permanente.
Dos cosas la asemejan al resto de las poblaciones del sur de Chile: Todos los vecinos te saludan al pasar. Jaurías callejeras te acompañan por doquier.
El no tener mucho efectivo y el no haber cajeros nos imposibilitó bastante encontrar hospedaje. El frío, el ocaso y el hambre nos jugaban en contra. Desesperados y derrotados, sin saber qué hacer, pasó un vecino. Rudo y solitario leñador, venido a menos por los años de fatiga, se nos acercó y nos dijo que pasáramos la noche en su casa, que él vivía solo. Dudamos un segundo y aceptamos. Sin electricidad en la casa y con la calefacción rota, el precario hogar nos parecía un palacio.
A la luz de una vela cocinamos como pudimos una sopa que sabía a gloria. La casa se puso fría y la noche se nos hizo larga (culpa nuestra por falta de equipamiento para el frío).
Al amanecer cargamos nuestras mochilas y dimos un último paseo por Caleta Tortel, nos despedimos de nuestro anfitrión (o salvador), de los perros, y de las pasarelas y emprendimos aventura hacia el norte. La carretera Austral nos esperaba.

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siempre hay una ayudita que viene de arriba, en este caso el leñero! sigan con fe!!! Los quiero!!!!
Hermoso—sin calles…jejeje….felicitaciones viajeros..
como les digo, coleccionistas de anecdótas, sigan escribiendo y describiendo tan bien, los quiero!!!!