A primera vista Osorno puede parecer una ciudad fea, con poco atractivo turístico, centrado en lo comercial y supérfluo de la sociedad consumista. Pero no es tan así, ni un poco.

Fundada inicialmente como Villa de San Mateo de Osorno por los años 1558, fue destruída 40 años después y no sería repoblada hasta finales del siglo XVIII.

Se encuntra a unos casi 1000 km al sur de Santiago de Chile, a unos 230 km al oeste de Bariloche, y entre medio de dos capitales de provincia como lo son Puerto Montt y Valdivia (dista de 110 km de cada una).

«Se trata de una ciudad grande, de unas 145.000 almas, pero que mantiene viva el sentimiento de pueblo, donde todos se conocen con todos. Para el turismo medio se trata de un destino de shopping donde los precios son tan o más competitivos que en las zonas francas.»

No obstante, sin duda alguna, el mayor reclamo de la ciudad es su impresionante catedral de San Mateo de Osorno. Su estilo ojival contrasta de forma imponente con el resto de la ciudad. Esta catedral fue realizada entre el 1962 y el 1982, sustituyendo a la catedral antigua gravemente dañada con el terremoto del 60.

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Con la finalidad de que el turista se vaya con más fotos en su cámara, se está salpicando la ciudad con esculturas de animales… gigantes. Al tratarse de una ciudad con tradición vacuna, tanto por su carne como por su leche, ahora se pueden encontrar en las calles una vaca enorme con sus terneros, o un toro bravo en medio de una plaza que deleita a familias y niños.

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Hasta aquí estamos hablando de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera, con cierto tráfico de personas, ya sea que están de paso o que eligen a dicha urbe como destino. Pero basta con caminar unas pocas cuadras desde el centro para adentrarse en el espíritu inquieto de las juventudes latinoamericanas.
En Osorno se puede ir al bar la Vaca Itinerante, por ejemplo. Se trata de un pub, de un pub jóven, llevado por jóvenes, y armado para la juventud. Con música en vivo, precios adaptados para los púberos. Ambientado de forma simple pero contundente, con algunas libertades y hasta altas horas, fue una sorpresa más que grata pasar la velada allí. No es el único bar con temática joven donde trasnochar compartiendo cerveza artesanal y terremotos, pero sí el mejor en precio-calidad.

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También nos encontramos con la casa Oberol. A medio camino entre una casa okupa de la vieja escuela y un centro cívico que cuenta con una buena organización. Con la dirección de jóvenes acróbatas que ensayan durante horas sus malabares, hasta aquí se puede llegar en búsqueda de algún taller, el que sea, desde teatro y artesanía, pasando por pintura y poesía. Hasta cuenta con un muro para escalada casero con todas las medidas de seguridad necesarias y un experimentado instructor. Merece una visita ya sea para ver a los chiquillos (como suele llamarse a la gente en Chile) en acción, o para ver los murales que decoran las paredes.
No falta en la ciudad las esquinas con buenos malabaristas que no piden dinero, pero que agradecen la colaboración ciudadana que recompense las horas de práctica para que uno se deleite viéndolos. ¿Y por que no decirlo? Un aroma a flores se infiltra entre los humos de los vehículos que inundan las urbes en general.

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«Osorno es más que una majestuosa catedral y unos volcanes de fondo, se trata de una ciudad donde late fuerte el naciente sentimiento latinoamericano que mira al costado del consumismo agresivo y se reconecta con la naturaleza y las artes, sin necesidad de wi-fi.»

 

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Categories: Chile Viajes

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Osorno: La contracultura del sur

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