Primero hay que llegar a Brasilia

Mucho nos debatimos si ir o no ir a Brasilia. Sabíamos que iríamos a Rio y sabíamos que iríamos a Salvador. Podíamos hacer esos más de 1.600 km por la costa, o hacer 2.600 km pasando por Brasilia. La duda estaba, hasta que supimos que nuestra querida amiga Clara estaba en la capital brasilera. Se acabó el debate.

Así fue que por consejo de ella primero pasamos por Diamantina unos días y de ahí a la ruta de nuevo a hacer dedo. Esos 700 km que teníamos que recorrer parecían poco viendo el mapa, pero eran más laboriosos de lo que cabía esperar. Después de varios dedos que nos fueron aproximando a nuestro destino, subimos a un camión; muy buena onda pero muy lento.
Caía la noche (en Brasil anochece sobre las 18 hs) y estábamos a 250 km. A punto de dar por terminada nuestra jornada de viaje, casi retirándonos pasó otro «camión», que por la mala distribución de la carga iba inclinado…  inclinado es poco. Nos prometió llegar a Brasilia apenas pasada la media noche, y le creímos, pero no fue así. Hacia las 2 am aún quedaba un trecho, unos 50 km, pero el cansancio hizo mella y no hubo más remedio que acampar en un posto de servicio y allí pasar la noche.
Nos levantamos temprano y rápidamente conseguimos carona para Brasilia con nuestro nuevo amigo Valerio.
Ya nos habían advertido que no era una ciudad normal, que el transporte público es bastante básico y que las distancias son enormes…  esa descripción se queda corta. Nuestro amigo Valerio nos dejó en un bar, eran las 11 am y nada mejor que celebrarlo con una cerveza mientras esperábamos a Clara y a Chichi’s que nos vinieran a buscar. Brasilia: La Capital retrofuturista
Después de los abrazos del recuentro (no nos veíamos con Clara desde hacía más de 7 años!!!) y de ponernos al dia con más cerveza decidimos irnos a Chapada dos Veadeiros, y eso fue un gran acierto. Después de varíos días en dicho parque natural volvimos con todas las pilas para conocer la enigmática ciudad.

La ciudad sin calles

Brasilia, la ciudad retrofuturista
Brasilia es una ciudad…  rara. Para resumir muy mucho su historia podríamos decir que sobre la segunda mitad de la década de 1950, el por entonces presidente Juscelino Kubitschek decidió trasladar la capital de Brasil de Rio de Janeiro al centro del país. Con unos arquitectos y urbanistas (destaca Oscar Niemeyer) en tan solo unos años levantaron de la nada la capital del 5to país más grande del mundo. La intención de JK era que la capital fuera una ciudad utópica sin clases sociales… Ésa era la utopía…  pobre.
Así pues, esta capital (que es más joven que mis padres) tomó forma de avión, con dos alas y un cuerpo (no es una metáfora ¡tiene forma de avión!) y alrededor de un enorme lago artificial la zona residencial. Lo que llama más la atención es que la ciudad no fue hecha para pasear… Mejor dicho, no fue hecha para caminar.
Esa visión retrofuturista hacía pensar que todo el mundo tendría coche, sin tener en cuenta la masificación de los vehículos. También las consecuencias medioambientales y presupuestarias (¿a cuánto estaría el litro de crudo?). Sin olvidar la cuestión de espacio y tiempo.
La ciudad en sí es interesante, no tiene mucho para ver y pasear por el centro (?) da sensación de soledad. Nadie camina por allí. Otro tema es el calor que impera y la falta de árboles (o sombra en general) tan típica del Cerrado. 

El hecho de estar con nuestra querida Clara fue un gol de media cancha. La pobre nos hizo de guía turística llevándonos de un lado a otro. Además nos abrió las puertas de su mansión de estudiantes con piscina incluida.

Por la noche las opciones en Brasilia son limitadas en gran parte a la falta de locales. No obstante pudimos ir a una ciudad satélite (así se llaman los barrios que componen Brasilia que están fuera de la locura esa del avión, y que tienen calles y humanos transitándolos).
Allí había una fiesta under donde tocaba la banda de Chichis, Talo de Mamona, la cual nos encantó. Pudimos ver un poco más de lo que nos gusta de las ciudades…. Vida.

Conclusión

Brasilia es un destino infaltable para los amantes de la arquitectura. Pero un destino que, si no se tiene a Clara como guía, mucho no vale la pena.
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Brasilia: La Capital retrofuturista

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