Una de las ventajas de ser joven y vivir en España es que ser mochilero parece más seguro y que París siempre queda cerca… tan lejos y tan cerca.
Se termina el verano y empieza la aventura
Todo comenzó una tarde de final de verano. Se terminaban las vacaciones y tenía esa sensación de que empezaban de nuevo las clases y yo no había aprovechado nada. En la placita de aquel pueblito de España, donde vivía en esa época, nos solíamos juntar los amigos.
Estábamos con Edgar y Narcís y nos empezamos a emocionar con la idea de hacer un viaje a dedo. A medida que nos emocionábamos empezaron a llegar otros amigos, y amigos de amigos que por allí pasaban.
Pasadas unas horas ya se habían juntado unas 20 amistades a nuestro alrededor admiradas por esos intrépidos jóvenes que se irían hasta París haciendo dedo… Así son las noticias en los pueblitos, vuelan y se magnifican.
Entonces, antes de caer la noche el plan ya estaba fijado. Nos iríamos a París haciendo dedo, si algún camión solo podía llevar a uno, se iría solo. ¿Cómo haríamos para encontrarnos sin teléfono? El día martes (4 días más tarde) a las 17:30 debajo de la torre Eiffel.
Mochilas al hombro y poca experiencia
Todos los curiosos ocasionales aplaudían nuestra osadía. Algunos nos dieron algunos regalos para el camino. Otros llamaban a otros para que nos vinieran a despedir y todos hablaban del tema.
Empieza la aventura: París, ahí vamos!
Los tres héroes nos fuimos a nuestras casas a tomar algo de ropa, unas latas de atún y avisarles a nuestras familias que a partir de ese momento éramos aventureros oficiales.
Nos juntamos en la plaza donde la locura se había iniciado. Quedaban unos pocos amigos que se resistían a ir a cenar.
Uno de esos era John, quién era el único que tenía coche, nos dijo que si esperábamos a que terminara el partido de fútbol que estaba viendo, nos llevaría hasta la frontera con Francia (a unos 30 km). Impacientes esperamos y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en la frontera con Francia. Un éxito rotundo!
Inexpertos
Fue en el mismo instante que nuestro amigo nos deseó suerte y se fue cuando nos dimos cuenta de que éramos unos inexpertos totales. No sabíamos a donde ir. Los camiones estaban parados y no había movimiento alguno. Edgar se iba a probar suerte con algunos camiones. Narcís y yo nos deborábamos las latas de atún de reserva para los próximos días.
Pasada una hora volvió Edgar diciendo que sólo un camión le dijo que sí, pero que en vez de ir a París iba a Ljubljana, y que sospechaba que tenía intenciones sexuales.
Para ese entonces ya estábamos aburridos y desanimados. Edgar se despidió de nosotros y se fue a ver a la novia que vivía a unos 15 km atravesando las montañas, y sin mediar más palabras se fue.
Narcís y yo nos resistíamos al fracaso.
Después de 3 horas de silencio y a punto de entrar en la desesperación que algo teníamos que hacer. Fue entonces como en un acto de genialidad Narcís recordó que a unos 5 km de allí había un Bar de frontera con muchas chicas.
Quizás algún francés, aprovechando que en Francia es todo mucho más caro que en España, se vino desde París y nos lleva hasta allí. O quizás algún amigo del pueblo tenga ganas de ir al Bar y nos rescate.
Se acaba la aventura: París, otra vez será
Decidimos probar suerte y llamar a nuestro amigo el Jonás, quién en menos de 10 minutos ya estaba con nosotros.
Fuimos al Bar de frontera y volvimos a nuestro querido pueblo. Al amanecer tenía como 20 mensajes en el teléfono de «amigos» que estaban al tanto de todo lo ocurrido y se reían un montón de nuestra aventura, a ellos les alegramos el verano.
Yo pasé los últimos días de vacaciones sin salir de casa.
Después compré un billete de avión a Bruselas pero eso será otra historia.
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Somos Juan y Carol, argentino y ecuatoriana, que nos conocimos en España.
Nos consideramos amantes de los viajes, las nuevas rutas y las diferentes culturas. Tenemos una experiencia de 12 años de mochilas que nos llevó a conocer más de 40 países, 4 continentes e incalculables kilómetros andados, todo ello con un presupuesto inferior a los 15 dólares diarios.
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jajajajaja muero con esa foto Juan!!!! Y la anécodota me encantó, sigan escribiendo chicos!!!
Concha!!!! mil gracias, te mandamos un abrazo!!
jajajaja buenisima la historia!!! me imagino, fue un viaje de 30 km!! que tiempos!!!
Jajaja pues sí, éramos jóvenes e inexpertos! 😀